Uno no termina de explicarse que a profesores universitarios, a los que se nos supone un cierto nivel (no sólo cultural sino intuitivo), nos tengan que dar un curso para aprender a elaborar el programa de nuestra materia. Porque eso y no otra cosa, es la Guía Docente. Un programa. Me parece imposible de creer que ese documento no pueda ser más elemental, fácil de manejar y entender y, sobre todo, con una vocación práctica y no, como ocurre con todo el sistema documental universitario, una especie de jeroglífico para que sus elaboradores justifiquen los sueldos.
"Como no puedo ser brillante, soy oscuro"... ¡Ay!
No se trata de creer o no en Bolonia, sino de creer o no en los individuos que lo han montado o... que se lo han montado.
jueves, 16 de julio de 2009
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